CARNIVAL 1
A Kreg le pareció muy extraño que aquel
hombre que portaba una vieja mochila raída sobre su espalda hubiera subido hasta allí. Se dio un gran susto al verlo aparecer de
repente asomado a la cumbre de la aguja rocosa que estaba a punto de tomar
como posadero. Kreg aterrizaba allí todos los días, justo después de volver del
comedero a eso del mediodía. Aquella tarde no esperaba ver a nadie y mucho
menos a un mamífero bípedo ocupando la que creía su plaza de observación más
habitual. Venía planeando valle arriba con el buche lleno, aunque esta vez no
demasiado, cada vez venían más buitres a comer al muladar. El momento de la
comida era una encarnizada batalla por conseguir un buen bocado de carroña
entre los aletazos de decenas de compañeros que se afanaban por llegar hasta los
cadáveres y a veces era difícil arrancar un buen pedazo. Cuando aparecía el
delicioso camión maloliente de Sarga, la empresa pública encargada de la
recogida de reses muertas, se organizaba una gran algarabía, los centenares de
grandes aves que permanecían apostadas en las vallas y en los cortados cercanos
se tiraban en picado hacia el centro de la explanada donde tenía previsto
bascular el camión y nada más que aparecía la primera pata de entre el montón
de ovejas que traían en avanzado estado de descomposición se formaba un tumulto
de plumas, empujones y arañazos que hacía muy difícil poder llegar hasta la
ansiada carne. Desde la crisis de la vacas locas este se había convertido en el
único modo de poder conseguir comida, ya nadie tiraba los cuerpos sin vida de
sus animales al campo, en todo caso podía encontrarse muerta una cabra, un
zorro, o un corzo que últimamente estaban extendiéndose por la zona, pero si no
se tenía la suerte de estar entre los primeros en divisar las plumas de los
cuervos brillando en la lejanía mientras esperaban a las garras fuertes y los
potentes picos de los buitres para empezar a desgarrar la piel, podía ser
demasiado tarde para llegar a tiempo y quedarse solo con el esqueleto del pobre
animal fallecido ya devorado. Por eso Kreg siempre acudía a tiempo al nuevo
muladar, aquello era más seguro pero también más concurrido, el resto de sus
compañeros también lo sabían y algunos días se tenía menos suerte que otros
ante tanta competencia.
Cuando vio al hombre extraño escalar hacia
la cumbre por la cara de atrás, Kreg frenó estrepitosamente con sus alas antes
de posarse sobre sus enormes garras en la piedra. Si hubiese sido otro buitre
el que estaba ocupando su habitual posadero habría entrado en disputas con él
para echarlo, pero al reconocer una forma humana en el perfil de la figura que
iba a coronar la cumbre, giró de forma enérgica su vuelo y se lanzó de nuevo
hacia el abismo sobre el cañón del Guadalope, alejándose de su atalaya y de
aquel extraño hombre.
El hombre extraño se sentó en la cumbre
cuando la alcanzó y se quedó observando el paisaje alrededor bajo sus pies. Se
le veía alegre y contento por haber llegado a la cima, aunque también se habría
visto en apuros al ser sorprendido, mientras permanecía acurrucado contra la
roca para no caer cuando inesperadamente irrumpió la enorme ave con el sonido
de sus fuertes aleteos. Sin duda se había emocionado por el acontecimiento tan
inusual y por la adrenalina liberada ante el riesgo provocado por lo inesperado
en esa posición.
Kreg comenzó a volar en círculos cuando
llegó a la ladera soleada de los Órganos de Montoro y observándolo todo en cada
giro desde la distancia, encontró un sitio libre en la cornisa superior del
diedro Abraxas, al que se acercó a gran velocidad. Con la majestuosidad que le
caracterizaba frenó elevando ligeramente el vuelo para posarse con la suavidad
de un vilano de diente de león sobre la estrecha repisa. Frente a frente se
observaban en la lejanía. Al cabo de un rato el hombre extraño miró su
reloj, se incorporó, realizó unos extraños aspavientos probablemente en forma
de saludo, al mismo tiempo que gritaba hacia el valle con estridentes voces
KREG KREG KREG y destrepó de la cumbre hasta la plataforma pétrea de la base.
Se largó por donde había venido sin dejar rastro, deshaciendo el camino del
cresterío que conduce a La Latonera.
Poco antes de que la sombra alcanzase su
mínimo del día, Kreg vio alejarse un coche por el camino de Hoya Serbal.
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CARNIVAL 2
Al mediodía siguiente Kreg voló de nuevo
desde el muladar hasta su posadero habitual, pero una duda se cernía sobre su
mente. Cuando llegó, dio dos vueltas a la aguja rocosa sobrevolándola en
círculo para comprobar que no hubiese sorpresas y como parecía que allí no
había nadie, se posó para descansar y hacer bien la digestión de la ración que
había podido atrapar entre la tumultuosa concentración de carroñeros.
Todavía daba el sol en su plumaje y una
pequeña brisa levantaba levemente jirones en su pecho donde Kreg lucía una
pequeña zona más oscura de lo habitual entre sus dos calvas rosadas por debajo
del cuello anillado de blanco plumón manchado todavía con pequeños lamparones
de sangre reciente impregnada al introducirse casi por completo bajo la piel de
los animales muertos para arrancar sus partes blandas. Replegó su pequeña
cabeza, recogiéndose sobre sí mismo y se quedó adormiscado. Aquella tarde, como
casi todos los días, Kreg volvía a descansar tranquilo posado en su Atalaya. El
aire era fresco, ondeaban algunas hojas en los chopos de ribera al fondo del
valle, pero el sol calentaba su cuerpo desde las patas hasta el pelado cráneo.
Sus párpados inferiores tapaban casi por completo sus ojos, pero una mínima
abertura le permitía seguir vigilante oteando levemente el horizonte. De
repente algo le despertó del sopor en el que estaba sumido, le pareció adivinar
un movimiento extraño entre las ramas de las sabinas y la espesura de gillomos
anclados a la parte superior de la cresta que arrancaba desde la montaña hasta
su roca creando un vacío de centenares de metros a ambos lados del filón
calcáreo, una muralla que separaba su torreón de vigilancia hacia el abismo
creado por el río.
Atento a ese fenómeno puso sus sentidos
alerta, abrió los ojos sobresaltado, giró su cuello torcido y observó con
atención los movimientos del intruso, pasados unos segundos advirtió una forma
humana entre el ramaje y reconoció al hombre extraño que había estado ocupando
su plaza el día anterior. Venía despacio agarrándose a los troncos de los
árboles y parecía sofocado, cuando alcanzó la losa de piedra, que hacía de
enorme balcón a los pies del atalaya, Kreg estiró su cuello y tensó sus
músculos dispuesto a despegar, pero el extraño hombre se sentó a descansar. Sus
miradas se cruzaron y Kreg entreabrió sus alas, el hombre extraño realizó un
leve saludo levantando su mano, respiraba fuerte y cuando recuperó el resuello
dijo:
-Hola- y continuó con un sonido estridente
-KREG- como si intentase traducir su saludo a un idioma imaginario.
La situación para el gran pájaro era de
alerta, al mínimo movimiento que hiciese el hombre extraño con intención de
seguir subiendo, se lanzaría al vacío para escapar volando. Todavía les
separaban veinte metros de desnivel, espacio suficiente para favorecer un
margen de maniobra más que amplio.
El hombre extraño continuaba recuperando
la respiración agitada ahora cabizbajo, Kreg ya no veía en él la peligrosidad
intuida inicialmente, aunque seguía sin fiarse.
El hombre extraño volvió a mirarle y con
un profundo suspiro que parecía poner fin a su sofoco comenzó a hablarle:
-Hola KREG……. iba a llamarte buitre o
pajarraco, pero entre los humanos estos son apelativos denigrantemente
despectivos y la verdad no sé por qué, así que te llamaré Kreg,
independientemente de lo que pueda significar.-
Rio con una breve carcajada y continuó:
-Algo más coherente sería llamar “persona”
a un animal cuando no se comporta adecuadamente, eso sí sería un insulto quizá
más razonado, pero curiosamente entre nosotros es un halago- volvió a reír.
-Creo que voy a quedarme un tiempo por
aquí,... si tú me das tu permiso claro. Me ha encantado la zona, la ascensión
ayer a esta aguja me pareció impresionante, pero hoy no voy a quitarte el
privilegio de ocupar el mejor lugar de observación de esta montaña, sé que es
más tuyo que mío. Desde ahí uno se siente único, seguro, invencible y
privilegiado, es como si les robaras por un tiempo el trono a los dioses... Me
gustaría ser como vosotros, los mamíferos terrestres no tenemos esa posibilidad
natural de flotar en el aire contrarrestando la gravedad que nos ata a la
tierra a la que un día todos volveremos. Me encantaría revelarme contra mi
propia condición… pero bueno por lo menos he podido llegar hasta donde tú
descansas. El camino no es fácil, aunque ahora ya sé por dónde recorrerlo sin
que se me haga imposible agarrarme y cada día que pase me lo conoceré
mejor y lo haré más rápido, sin miedo, porque pienso venir a verte
¿sabes?… de momento no todos los días, todavía tengo algunas cosas que hacer en
la civilización, pero pienso volver, volveré, quizá algún día me quede aquí
para siempre, este lugar me parece el paraíso, pero hoy tengo que volver Kreg,
seguro que nos iremos viendo.
Cuando el hombre extraño hizo ademán de
levantarse, Kreg extendió sus alas por completo y con un pequeño impulso se
dejó deslizar a través de aire. El hombre extraño corrió a verlo planear hacia
la ermita de San Pedro y luego lo vio perderse en la lejanía tras los cortados
del Mirador de Montoro, por donde cae el sol engullido tras las gargantas del
Guadalope. El hombre extraño notablemente emocionado deshizo el camino agarrado
al filo de la cresta y desapareció ladera arriba.
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CARNIVAL 3
Siéntese Señor Bragaza.
Hemos estudiado a fondo los resultados de
sus últimos análisis y parece que el tratamiento no está surtiendo el efecto
que debiera.
Ya, ya, sé que ha sido muy molesto y no
ignoro lo doloroso de la situación, pero teníamos que intentarlo, no nos quedaban
muchas alternativas ya. Hemos hecho todo cuanto estaba en nuestra mano.
Sin embargo, nos ha llegado un informe con
los últimos avances puestos en práctica en un hospital de Navarra con
excelentes resultados derivados de una terapia novedosa descubierta en la
Universidad George Washington con quien tienen suscrito un convenio de
colaboración en proyectos de este tipo. Consiste en una nueva técnica de
medicina de precisión, una estrategia terapéutica dirigida y personalizada
basada en la propia genética del paciente.
Conozco personalmente al Dr. López aquí
está su tarjeta, póngase en contacto con él y dígale que va de mi parte, ellos
le informarán pormenorizadamente del proceso a seguir, es uno de los mejores
hospitales de Europa en este campo. Aquí no disponemos de más recursos, no
obstante ya sabe que estamos a su entera disposición, por favor no dude en
llamarnos y mantenernos informados, le ayudaremos en todo cuanto esté a nuestro
alcance.
CARNIVAL 4
-¿Has visto eso Kreg? ¡Qué pasada!. Es un
quebrantahuesos, ¡Cuánto tiempo llevaba deseando ver un ejemplar por estas
tierras! ¿Has visto cómo se me ha acercado cuando he llegado? Yo creo que ha
pasado a menos de cinco metros volando por encima de mi cabeza. Estoy
emocionadísimo, un quebrantahuesos en Montoro. ¡Uaaaah! En el Pirineo sí que he
visto varios ejemplares pero aquí nunca, ¡Qué alucine! Y pensar que eran una
chorrada los señuelos con estatuas simulando individuos de la misma especie
posados en las crestas sobre las rocas de la Cueva Muñoz que pusieron hace
veinte años, a mí me parecía imposible ver uno vivo por aquí y mira por donde
lo he ido a ver yo. Nadie de mis amigos ornitólogos se lo va a creer-.
El hombre extraño había llegado
visiblemente excitado de emoción a la base de la aguja donde ya había subido en
varias ocasiones. Kreg cada día se asustaba menos de él aunque siempre
permanecía alerta durante su estancia. Aquella mañana, cuando llegó despegaron
a volar varias aves posadas en las rocas cercanas. Una de ellas era más oscura
y tenía el final de la cola en forma de una punta de flecha ancha.
Sin duda alguna se trataba de Alós o de Amic dos jóvenes quebrantahuesos
reintroducidos por el ser humano y puestos en libertad en el parque natural de
la Tinença de Benifassá para su repoblación en el Maestrazgo, pero que ahora
vagaban despistados de comedero en comedero mezclados con los buitres de otras
zonas.
A Kreg no le molestaba que vinieran allí
estos cometuétanos, no le hacían la más mínima competencia, se quedaban quietos
en el muladar hasta que hubiera terminado la batalla y solo cuando quedaban
limpios los esqueletos era el momento de estos recién llegados para entrar en
acción.
-Te preguntarás por qué vengo a visitarte
tantas veces a esta piedra ¿Verdad?, bien, pero antes de revelarte ese secreto
quiero que sepas algunas cosas más de mí. Lo primero es que no soy un ser
agresivo contra nadie ajeno a mi persona así que nada tienes que temer de mí,
lo segundo es que a los necrófagos siempre os he admirado con un profundo
respeto y auténtica devoción porque quizá seáis las únicas criaturas que no
matáis a otros para alimentaros y lo tercero es que, como ya habrás podido comprobar
mientras me ves llegando aquí, me encanta el riesgo, aunque a veces sea un
tanto simulado y no tan real como aparenta, pero esa posibilidad remota de
tener la muerte pisándome los talones me atrapa, me centra plenamente la
atención, todos mis sentidos y mis más pequeños movimientos se coordinan como
engranajes perfectos en una maquinaria de precisión. Aunque claro, siempre cabe
la posibilidad de que algo falle, un resbalón, una piedra que se suelta, un
murciélago que te asusta y se asusta al salir de una grieta en la que has
metido la mano, una tormenta, etc... mil situaciones posibles que pueden
hacerte caer. En ese caso el equipo que formamos las altas rocas, tú y yo
sería algo de lo más completo e imbricado ¿no te parece?.- rio alegre, irónico
y sarcástico el hombrezuelo parlanchín.
Hubo un tiempo que escalaba junto a otras
personas, incluso Angeline, mucho menos apasionada que yo en esta actividad,
venía conmigo en muchas excursiones hasta que un día … -
El hombre extraño, tragó saliva, se sentó
despacio en su piedra habitual y con la cabeza apoyada en sus manos comenzó a
balbucear, pensativo y nostálgico:
Nunca pude imaginarme que no me esperaran,
no para una cosa así, pero para cuando llegué al refugio allí ya no quedaba
nadie. La puerta estaba cerrada con la llave que hay que devolver al
ayuntamiento de Arnes cuando te vas, firmando en la hoja en la que aparecen el
nombre y el DNI de uno de los excursionistas y que certifica que todo se ha
quedado en perfecto estado y recogido.
Hay doce kilómetros hasta el pueblo y ya
era de noche, y aunque hacía buen tiempo para estar a mediados de marzo, no
estaba la temperatura tan cálida como para pasar la noche al raso, así que tuve
que encaramarme hasta la ventana de atrás, la que siempre ha cerrado mal, y con
un suave empujón colarme al dormitorio común que hay encima del fogón junto a
la chimenea. A la mañana siguiente quedaría con Juan el pastor y cuando
terminase de echar de comer a sus vacas y me bajaría con él hasta el pueblo
para coger el autobús hacia Tarragona.
Me costó conciliar el sueño a pesar de lo
cansado que estaba. Es cierto que yo dije que volvería a media tarde, pero con
estas cosas nunca sabes realmente cuando vas a regresar. No era de extremada
importancia el que me hubiesen dejado allí, yo no tenía que trabajar al día
siguiente como el hermano de Angeline, es más no me hubiera importado quedarme
más tiempo con ella, aquellas montañas me parecían un paraíso y con los
almendros y las flores de romero anunciando el principio de la primavera todavía
era más acogedor.
Tenía ganas de subirme a la moleta del
Molló antes de irnos para aprovechar esa última tarde de domingo en la que
todos se afanan sin demasiada ilusión en una recogida de trastos que a mí
siempre se me hace eterna, pero Angeline estaba cansada después de tres días de
paseos y aventuras intensas, por eso me fui solo. Quizá la confianza de haber
repetido aquellas maniobras más de mil veces, me hizo perder la concentración y
el nudo que unía las cuerdas en el descenso se quedó atascado. Tardé más de dos
horas en desembarazarlo, porque tuve que volver a subir hasta él, habiéndome
quedado colgado en una cornisa que para nada tiene un acceso sencillo. Es
cierto que me la jugué un poco, si se me hubiese soltado uno de aquellos bolos
a los que me agarraba mientras daba pasos en travesía sobre un cortado de más
de cuarenta metros no te estaría contando esto ahora, pero siempre me ha
gustado ponerle un poquito de emoción al asunto. Saber que te puedes caer si la
cosa no va bien. Que exista una mínima posibilidad de no conseguirlo, fácil
pero no demasiado.
Cuando a veces cuentas emocionadamente las
sensaciones que experimentas colgando del vacío o los pasos expuestos de la
ruta que acabas de hacer, donde has acabado con las manos llenas de arañazos y
el cuerpo medio molido siempre hay alguien que te pregunta:
Pero entonces… ¿Por qué escalar?
No es fácil dar una respuesta que conecte
con tu interlocutor, ni siquiera que sea compartida por todas las personas que
aman esta actividad porque hay más de “cien clases de escaladores”, de
los que cada uno busca su propio sentido a lo que hace, pero te diré como dicen
muchos que para mí la escalada siempre fue una vía de escape:
¿Un escape de qué?
Bien sabía ya entonces que con la escalada
no iba a hacerme rico, ni siquiera podría ganarme el sustento con ella, es una
actividad de nula utilidad y es cierto que sin dinero en las sociedades humanas
actuales es muy difícil integrarse. Para comer, para dormir, para vestir, para
viajar incluso si un día lo necesitas para curar una enfermedad o las lesiones
de un accidente y no lo posees, puedes tener un grave problema, y por eso
la gente se caga de miedo ante la posibilidad de que te ocurra algo peor. A
nadie le gusta estar expuesto sin una seguridad que lo cubra todo aunque sea
totalmente ficticia, porque el peligro, por mucho que te protejas, está ahí
para todos. Por muy acaudalado que seas, la muerte siempre acecha en el momento
más inesperado. Por eso yo elegí tomar el camino de la filosofía del todo me da
igual. Por eso escogí estar siempre escalando, porque estar colgado ahí arriba
a cientos de metros sobre el suelo me liberaba, me aportaba esa sensación de
saber que en cualquier momento te puede pasar. Verlo palpablemente con mis
propios ojos teniendo la vida a borde de tus dedos y de la punta de mis pies le
daba a mi existencia un aliciente mucho más intenso que el día a día urbano de
cualquier mortal y me ayudaba a abstraerme de toda la corteza postiza social
que llevamos por disfraz en un acercamiento a una vida más natural, expuesta a
los peligros sin maquillaje, a llevar un deambular desnudo en el paisaje, a
prescindir de lo superfluo, apariencia, seguridad, posición social, poder,
pertenencia al grupo, etc…
Mucha gente se frustra profundamente por
no poder complacer los deseos de inclusión social o de pareja, por temor a no
ser aceptado tal como eres por los demás, por no poder alcanzar una expectativa
demasiado alta impuesta por uno mismo pero marcada por las referencias
sociales. Perdí a un ser muy querido en esta batalla, en la tesitura crucial de
si merece la pena seguir o no. De los millones de maneras que existen de morir,
yo por aquel entonces preferí evitar aquella.
Está claro que fui yo el que me equivoqué,
yo el que no puse a cargar la batería del teléfono antes de salir de casa, yo
el que llegué tarde, yo el que me arriesgué, sabía que me esperaría un bronca
con Angeline, pero en realidad fueron una serie de incidentes los que me
llevaron a esa situación que, aunque causados por mí, eran inesperados. Yo
estimaba no tardar más de tres horas y empleé casi seis en bajar. Cuando llegué
no sabía si se habían ido hacía una hora o cuánto tiempo llevaban conduciendo
de vuelta a casa, pero la verdad es me quedé un poco chafado.
Todos ellos sabían el riesgo que comporta
estar colgado de una cuerda de algo menos de un centímetro de grosor más aún
cuando está atada a un anclaje de dudosa resistencia. Todos conocían el riesgo
de la escalada.
No me dolió demasiado quedarme solo, lo
que me trajo a la cabeza las cavilaciones más asombrosas fue el hecho de que se
largaran de allí sin lograr cerciorarse de que yo había podido bajar y estaba
bien, vivo y a salvo ya en el refugio.
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CARNIVAL 5
Algunos días el hombre extraño se sentaba
en su piedra habitual y parecía reflexionar en voz alta, como si estuviese
preparando una conferencia frente al espejo:
-El ser humano nunca debería haber salido
del paleolítico, ese fue su principal error, neolitizarse, empezar a cultivar,
a domesticar y a criar animales en cautividad. Aquel nuevo periodo acabó con la
vida nómada y fue el comienzo de un cambio irreversible que nos domesticó
también como especie y permitió que variáramos las condiciones ambientales y
con ellas la vida de animales y plantas. Es cierto que es un proceso que nos ha
traído hasta aquí tal como somos. Quizá sin la entrada en el neolítico nos
hubiésemos extinguido, pero hay que tener en cuenta que desde entonces solo han
pasado unos pocos miles de años frente a los dos millones y medio en los que
nos desarrollamos como homo sapiens sobreviviendo al igual que cualquier animal
más.
Hoy prácticamente hemos ocupado y dominado
todos los hábitats de la superficie terrestre, adaptándolos a nuestro antojo y
necesidades y no al revés como había venido siendo de forma natural hasta que
empezamos a sedentarizarnos, un cambio radical, muy rápido y exponencial que
aceleró y sigue acelerando vertiginosamente la introducción de la especie
humana en cualquier ecosistema sin esperar a que los cambios en nuestro genoma
nos hagan más afines al ambiente. De este modo las adaptaciones naturales en
forma de mutaciones que hacían más resistentes a los individuos ante una
determinada circunstancia ya no priman. Hoy una persona con antepasados
autóctonos en la costa mediterránea puede pasarse días en las cumbres más altas
del Himalaya gracias a la ropa técnica y a las botellas de oxígeno presurizado
para tener incluso mejores perspectivas de superviviencia en altura que
cualquier sherpa a pecho descubierto descendiente de cientos de generaciones
expuestas a la altitud y al frío que le han proporcionado mayores niveles de
volumen de plasma sanguíneo que al resto de comunidades. Sin duda alguna no
somos originarios de allí, ni de muchos de los lugares del planeta donde nos hemos
instalado, porque en realidad provenimos de un único lugar de África donde las
condiciones climáticas eran lo suficientemente favorables para no necesitar
pieles de otros animales con las que protegernos de las inclemencias del
tiempo.
La domesticación y la agricultura permitió
generar grandes civilizaciones donde lo que se heredaba además de las
características fisológicas de los progenitores, eran también los bienes
acumulados, el poder y en algunos casos la sabiduría y los conocimientos
descubiertos por los antepasados u otros congéneres. Esto nos ha llevado a un
crecimiento desproporcionado y vertiginoso de la población que aún continúa y a
un aumento del “bienestar personal” auspiciado por el consumo indiscriminado de
recursos.
Puede parecer muy bonito quemar
combustibles fósiles para darnos dos duchas de agua caliente al día y disponer
de calefacción para tener las viviendas a veintitantos grados centígrados
durante todo el invierno, conducir vehículos para viajar mucho más rápido de lo
que nos permite nuestra velocidad natural, volar a la otra punta del globo para
ver mundo o bajar a las profundidades del océano, pero hay que tener en cuenta
que somos casi el único ser vivo que consume más materias primas de las que
puede procesar su cuerpo, es decir vivimos por encima de nuestras
posibilidades. Además nos hemos acostumbrado a gastar en función de lo que
disponemos y cuanto más tengamos más consumimos. El hombre derrocha agua si
tiene pantanos, deja las luces encendidas si la energía le sale barata, desecha
los despojos de los alimentos si tiene otros de mejor calidad, tira las
botellas de vidrio y bolsas de plástico si se las regalan...
El crecimiento continuo no puede ser
eterno, es inmoral y perecedero en el tiempo por definición en un planeta finito
como el nuestro. A mí me da la risa cuando oigo a pseudocientíficos de ficción
decir que buscan exoplanetas donde alojarnos cuando hayamos acabamos con este.-
El hombre extraño se levantó intentando no
alterar demasiado a Kreg con sus movimientos bruscos y entonó una canción del
grupo de rock Acero escrita por Jorge Pérez Lorenzo, Kapi:
- ¿Dónde nos vamos a ir? Todos a la
mierda.- y volvió a reir a carcajadas en solitario.
-Pero ¿qué pretenden?, colonizar un lugar
extraño que probablemente sea hostil en múltiples aspectos para nuestra salud.
No entienden que nosotros somos exclusivamente de aquí, todas nuestras
características son fruto de adaptaciones que a lo largo de miles de millones
de años se han ido añadiendo en nuestros genes pero solo para este planeta
concreto y particular. Ninguno entiende que nosotros somos los hijos malcriados
de la maltratada madre tierra y allí donde vayamos no sabremos ni siquiera
respirar y no comprenden que por grande que sea el universo y pueda tener algún
planeta parecido, nuestro crecimiento exponencial no puede ser eterno, tiene
que tener un final. Y aun en el caso improbable de que existiese otro idéntico
a la Tierra en otro confín del espacio y pudiésemos viajar hasta él, si ya
hemos destrozado uno, por favor que no intenten reventar otro. ¿Qué desean? ¿Contagiar
y contaminar otros mundos con nuestra insaciable avaricia?
Está visto que los humanos, no tenemos
conciencia de las consecuencias de nuestros actos, puede que las reflexionemos
ligeramente, pero seguimos comportándonos como si no fuera con nosotros. Yo
mismo solo soy un puto hipócrita, me quejo de las emisiones en la quema de
combustibles y soy el primero que viene en coche hasta aquí porque me resulta
más cómodo. Aunque quizá pronto deje de hacerlo, lo he venido haciendo durante
décadas sin decidirme a dejar ya de moverme de un lugar lejano a otro solo por
capricho, porque en realidad no es necesario, no lo fue durante de miles de años
y ahora nadie puede argumentar que lo necesita de modo irrenunciable. Así que
si la superpoblación de humanos y su estilo de vida de los últimos siglos ha
producido una devastación casi total de los ecosistemas originales en los que
incluso la atmósfera y los océanos, receptores de residuos y transportadores de
los mismos gracias a su naturaleza fluida, se están viendo seriamente
afectados, diré que “aquel que tiene resaca por haberse emborrachado obtiene un
merecido premio que él solito se ha buscado”.
Sin duda estamos al final de ese periodo
llamado neolítico, en las puertas de acabar con aquello que iniciaron los que
empezaron a roturar la tierra para sembrar semillas y no tener que vagar
buscando plantas y frutos con los que alimentarse, los primeros que encerraron
a algunos animales para que criaran más y comérselos luego. Puede parecer
apocalíptico, pero en los diez mil años que llevamos con esto se han producido
civilizaciones cada vez más numerosas y con más necesidades de recursos
naturales, actualmente somos ya más de siete mil quinientos millones de
personas en el mundo y casi todos desean una vida como la del más rico de todos
nosotros. Los más esperanzados sueñan con una evolución hacia una transición
ecológica y tecnológica donde obtengamos la energía solo del sol y las fuerzas
renovables derivadas, los más extravagantes con emigrar a otros planetas.
Lo peor de todo es, que como consecuencia
de nuestros actos, el resto de seres vivos también lo estáis pagando muy caro,
algunos de ellos ya se han extinguido y otros mueren por culpa de nuestras
actividades, por ejemplo con el diclofenaco, antiinflamatorio usado masivamente
en la ganadería por los veterinarios, que ha causado y está causando tantos
estragos en la población de carroñeros porque se acumula en los cadáveres que
fueron medicados con este fármaco en dosis altamente mortales para los buitres.
Yo de ser vosotros me revelaría. Solo con
que los buitres tuvieseis un ápice de la maldad que poseemos los humanos, os
habría valido para desarrollar un sistema de caza mínimamente sofisticado,
basado en el lanzamiento de objetos desde las alturas, un rebaño de ovejas o de
cabras montesas es un blanco no demasiado difícil para bombardearlo con piedras
desde el aire, cuando las reses sanas huyesen despavoridas la víctima quedaría
sola y desamparada para poder dar cuenta de sus restos con tranquilidad. Ya no
tendríais que ir solo a comer a los muladares cuando venga el camión cargado de
excedentes de cadáveres de animales que murieron enfermizos. Además podríais
aplicarlo también contra quienes favorecen vuestro acoso y vuestras
enfermedades, los mismos que os colocan aerogeneradores y líneas eléctricas con
las que chocar si no se vuela muy atento en un espacio aéreo antes inmaculado.
Siempre ha habido reuniones multitudinarias de personas al aire libre, antes
las procesiones religiosas a las ermitas y ahora los festivales y las
manifestaciones, podría parecer que los humanos son más agresivos y perversos,
pero en realidad solo son unos cobardes, a la primera piedra que cayese ninguno
iba a ponerse a defender al resto y se dispersarían como ratas, aún con más
celeridad y desconcierto que unos simples corderitos, dejando allí a las
víctimas hasta que solo quedasen huesos.-
Kreg giró el cuello cuando el hombre extraño
terminó de hablar, pero no se movió cuando este se levantó, lo observaba como
reflexionando, pero no se lanzó a volar.
CARNIVAL 6
Todavía
recuerdo cuando me gustaba ponerme borracho, bueno en realidad nunca dejó de
gustarme, lo que ocurre es que ahora me contengo y solo lo hago en contadas
ocasiones. Por eso, entre otras cosas, creo que me refugié en la escalada. Yo
de niño era un bicho rebelde, ideábamos las más endemoniadas travesuras con tal
de trasgredir las normas de los adultos, incluso le llegamos a poner piedras al
tren en los raíles con la firme intención de que descarrilase como en las
películas, menos mal que la física nos quitó la razón aplicando la gravedad y
la ley del impulso mecánico de una masa tan grande como la de aquellos convoyes
legendarios del ferrocarril que contra unas simples piedras apenas notaba un
pequeño chasquido convirtiéndolas en una galleta de harina silícea muy fina.
Luego llegaron los primeros cigarrillos, la cerveza, los licores, los primeros
porros y un cercano coma etílico casi todos los fines de semana. Hasta que un
buen día decidí descubrir los domingos por la mañana sin resaca y comencé a
salir a la montaña. La escalada me ayudó a apartarme del hábito del alcohol y
de su entorno estupefaciente, mientras estás colgado en la pared no puedes
hacer otra cosa que agarrarte con las cuatro extremidades a la roca y si quieres
sentirte realizado debes evitar beber la noche anterior, así que todo te lleva
a portarte bien, si deseas tomarte en serio llegar cada vez más alto y a través
de una creciente dificultad en las rutas, aunque sea practicando una actividad
tan absurda como alcanzar la cima para volver inmediatamente otra vez al suelo
firme. Sin duda en sus inicios fue en parte un juego sustitutivo del ocio
nocturno, pero sobre todo una pasión creciente por apurar mis límites, por
desmentir lo que creía imposible de realizar con mi cuerpo, por romper esa
barrera del miedo y la indecisión. Hasta que el juego se convirtió en adicción
y la adrenalina en el bálsamo de una recompensa. Una droga aparentemente más
sana que otras, pero con una exposición al riesgo que, valorada a largo plazo,
quizá pueda dar un peor resultado estadístico en los daños ocasionados que una
buena sucesión de fiestas ininterrumpidas, sobre todo si escalas sin cuerda.
Puede que
sea una obsesión sí, pero ¿cuántas actividades humanas no lo son?
Algunos nos
decían que éramos unos irresponsables, y es cierto que cualquiera que se expone
a un peligro en algo no necesario lo es. Una amplia multitud de disciplinas que
practica el hombre moderno del primer mundo con mayor o menor grado de riesgo
son de todo punto prescindibles. Conducir un coche, viajar en avión, en barco o
en tren, montar en atracciones de feria o el simple hecho de nadar son acciones
para nada necesarias en la vida de una persona y sin embargo se dedica un
esfuerzo importante en poder ejecutarlas por el mero hecho de satisfacer el
disfrute lúdico a sabiendas de los peligros que conlleva el ejecutarlas.
Incluso quien gusta de saborear la buena comida en un grado desmedido de
apetito se expone a los riesgos derivados de la obesidad. La escalada es una
más de ellas, pero en mi caso me pregunto, ahora desde la distancia, si no
estuve siempre buscando ese lado cercano a una grave lesión o a la muerte para
escapar. La autoagresión que supone tomar drogas sin control puede compararse
con los golpes, sobreesfuerzos, arañazos y la incertidumbre de una caída desde
una gran altura. Practiqué lo uno y después lo otro como si mi objetivo en el
fondo fuese perder la guerra absurda y sin sentido que siempre me pareció la
vida, una batalla sucia en un mundo competitivo y feroz, en la que no me
gustaba ni me pegaba el papel de triunfador.
Pero me
decanté por lo segundo coincidiendo con la opinión de la mayoría de los médicos
que aseguran que una existencia basada en el deporte es mucho más sana que una
vida sedentaria por los bares. Yo no les daba la razón, solo elegí lo que más
placer me reportaba. Yo creo que escalaba por tener presente y cercana la posibilidad
de poder morir en cualquier momento. La seductora y terrible idea de poder caer
y desaparecer me llenaba de miedo y tensión pero a su vez me seducía y me
excitaba tanto que deseaba estar en ese estado cuanto más tiempo mejor y
cuantas más veces al año más bueno, hasta el punto de no sentirme a gusto y
rabiar aquellas semanas en las que no podía escalar.
Claro que a
ti Kreg mi obsesión te parecerá una torpe chorrada. Tus majestuosos vuelos y
las acrobacias al aterrizar en una roca, para luego saltar al vacío, echan por
tierra mis engrandecidas experiencias por estar lejos del suelo y la
sensación de flotar en la pared. En parte por eso os envidio. No porque quiera
parecerme a vosotros, nunca he pretendido ser como alguien, pero sí por esa
libertad que emana en vuestra forma de comportaros. La grandiosa silueta de
vuestro vuelo tranquilo surcando los cielos es para mí todo un emblema.
Siempre me
ha importado una mierda lo que consigan hacer los demás. Los problemas
cotidianos y en general lo que pasa fuera de mi entorno más cercano se evapora
cuando escalo, porque nunca sé si voy a poder presenciar el siguiente amanecer.
El hecho de sentir la provisionalidad y la incertidumbre me hace querer seguir
viviendo con intensidad, en contra de mis anhelos por alcanzar el fin de mis
días en la rutina que me veo sumido socialmente.
A los
humanos nos educan para adaptarnos a una vida civilizada e inventada que te
haga encajar en su juego y evite la espontaneidad rebelde de un disidente a esa
imposición, una estructura rígida que se perpetúa. Educación, obediencia,
trabajo, familia, son conceptos que se inculcan desde que eres un bebé
aplacando los deseos ancestrales de cualquier ser vivo basados en la libertad
del individuo, asumiendo los peligros que eso conlleva.
Hay quien se
adapta muy bien e incluso consigue fama por ser un buen ciudadano que cumple
las normas de urbanidad y destaca en alguna disciplina. La gente lo admira y lo
felicita y si sabe darle la repercusión mediática suficiente triunfa
socialmente, aunque toda su existencia sea una birria de vanas expectativas a
veces falsamente cumplidas, al amparo de unos valores inventados que nada
tienen que ver con lo que somos en realidad. Pero se comulga con ellos y se le
ríen las gracias a quien a veces no se las merece. La clave dicen es ser
amable, cordial y no enfrentarse con nadie diciéndole lo que piensas en
realidad, a no ser que vayas a deshacerte en halagos.
Si en esto
consiste la inteligencia emocional yo prefiero seguir siendo gilipollas. Nunca
he podido tragar con eso. No puedo callarme lo que pienso y por eso me rechazan
en muchos círculos, tachándome de díscolo e incluso a veces de cobarde por no
atreverme a aceptar las normas sociales comportándome como lo hacen los demás,
por demostrar que en realidad siempre he estado huyendo.
Alex fue uno
de mis amigos de andanzas desde muy temprano y también un gran compañero de
aventuras y fatigas hasta una edad bastante avanzada. Habíamos tenido bastantes
encontronazos pero siempre terminábamos perdonándonos sin decir nada, obviando
lo que había ocurrido, pero una de aquellas tardes de borrachera se puso muy
cabezón y me la lió muy fuerte, yo me alejé de él para no llegar a mayores y a
la mañana siguiente le escribí un mensaje:
“No pude
dormir en toda la noche, las continuas cavilaciones no me dejaban conciliar el
sueño. Espero que llegaras bien. Aunque en realidad me importa lo mismo. Es
triste, pero así de miserables y mezquinos son los sentimientos que me han
traído con esos desvelos hasta el alba. Quizá esta acción que ahora cometo sea
propia de cobardes, como bien te encargaste de calificarme en repetidas
ocasiones. Parecía como si me estuvieras provocando para que yo saltará y tener
una mínima excusa y así aumentar el nivel de agresividad y sacudirme, cosa que
intuí que harías si me hubiese pasado al lado opuesto, a decirte lo mismo que
tú me estabas diciendo. Sí, puede que sea una persona cobarde, pero en este
instante no le tengo miedo a nada ni a nadie. Cobarde al menos por aguantar una
relación así. Cobarde por no plantar cara real a una actitud desafiante,
provocadora y amenazante. Cobarde por no ponerme a tu altura. No gracias, no
necesito amores ni amistades que me protejan, con licencia para insultarme,
intimidarme y si se tercia agredirme. Lejos de ti, no conozco a nadie que me
haya insinuado últimamente la intención de hacerme daño, luego no hace falta
que sigas dispuesto a dar tu vida por mí. Ya está, hoy he dicho basta. Me dije
que no lo consentiría y he decidido estrenar la libertad que no he podido tener
en esas conversaciones censuradas subliminalmente por una violencia latente
cuya delgada línea roja nunca me atreví a acariciar. Me voy por no seguir, no
siento cómoda mi mente en ese tipo de ambiente. Me da igual si también piensas
que huir siempre fue de cobardes, pero no me apetece volver a revivir una
situación así. Quizá el alcohol agrave el mal comportamiento de las personas,
pero en este caso creo que solo te ayudó a sacar a la luz lo que realmente
llevabas dentro. Me veo en la obligación moral de evitarlo, por eso digo adiós
a esos encuentros que me reportan agrios recuerdos, emborronando lo que único
merece la pena. El maltrato se debe eliminar de raíz en sus primeros brotes, a
la primera mirada violenta, antes del primer insulto y de cualquier imposición
verbal. No intentes seguirme, allá donde voy se desprecia a las personas como
tú”
Cuando
encontraron su coche empotrado contra el muro de hormigón del puente sobre la
curva, nada se pudo hacer y se me cayó en mundo encima. El choque frontolateral
sin frenada previa, había dejado totalmente deformado y aplastado el
habitáculo. El tremendo golpe no había dejado hueco para tener una mínima
posibilidad de salir con vida de allí. Todos creyeron que fue un accidente.
CARNIVAL 7
-Hoy me han
quitado el carnet Kreg, bueno quiero decir que hoy me caduca y como la semana
pasada no quisieron renovar mi aptitud para conducir en el reconocimiento
médico, a partir de hoy soy ilegal al volante, dicen que no tengo reflejos y
que veo poco. Vaya chorrada veo lo suficiente y yendo a baja velocidad puedo
reaccionar a tiempo para no provocar un accidente.
Lo peor van
a ser mis hijos, se compincharán con los agentes de la guardia civil y querrán
precintarme el coche, pero no me voy a dejar, no lo admitiré. La gente joven
cree que puede decidir sobre los demás, porque se ven superiores en agilidad,
fuerza y espontaneidad, pero si se miran las estadísticas de accidentabilidad
es mucho mayor en su franja de edad. Creer que pueden con todo les hace bajar
las precauciones y aumentan la velocidad, incluso se molestan si alguien va más
lento que ellos, por eso quieren quitarnos de en medio con la excusa de que
somos un peligro, cuando en realidad sienten que les suponemos un estorbo. Pues
no les voy a dar el placer de colaborar con su insolidaridad, voy a seguir a lo
mío si no me renuevan el carnet pues iré sin él. Reflejos y agilidad… que suban
a donde yo llego todos los días y les hablaré yo de juventud mal llevada.
Claro que
¿quién va a querer venir con un viejo moribundo que le habla a los buitres? Si
todavía estuviera Angeline tampoco me dejaría venir en coche, pero ahora
viviendo en soledad puedo hacer lo que me dé la gana. ¿O no Kreg?- gritó el
hombre extraño levantándose y tirando un piedra lejos hacia el abismo sin
importarle quién pudiera haber debajo-.
En ese
momento Kreg pareció sentirse aludido y abrió ligeramente sus alas, la brisa
estiró sus plumas y ya parecía que levitaba cuando pasaron cerca dos compañeros
suyos, en dirección al comedero. Kreg se abalanzó hacia delante y con un
pequeño salto se dejó caer hacia el vacío, a los pocos segundos estaba planeando
por encima de la atalaya. El hombre extraño, gritó:
-Hasta
mañana Kreg-
Y se quedó
mirando a los tres, observando como comenzaban a ganar altura girando en
círculos, rodeando una columna imaginaria que se movía lentamente ladera
arriba.
Cuando
hubieron desaparecido de su vista, el hombre extraño se afanó en amontonar
losas de piedra construyendo una especie de castillete equivalente a su altura,
como un peirón para colocar encima un santo. Cada poco se detenía visiblemente
cansado. Con cada roca que movía se apoyaba en el torreón para respirar
profundamente. Al final se quedó estudiándolo desde varios ángulos colocándose
en una determinada posición para tomar de referencia con sus propias medidas,
probando la ergonomía del conjunto. Cuando se dio por satisfecho emprendió el
camino de vuelta escalando en travesía la rutinaria cresta que le devolvía a la
montaña en cuya ladera oriental al lado de la fuente de los llanos de la
Latonera siempre aparcaba, en un claro al final del camino viejo.
CARNIVAL 8
A la mañana
siguiente el hombre extraño apareció con un artefacto alargado colgado del
hombro, se lo cambiaba de lado a cada paso que daba por la roca porque se le
enganchaba contra la piedra y contra los matojos desequilibrándolo. Atravesó
con mayor dificultad que en ocasiones anteriores pero lo consiguió de nuevo.
Tenía memorizados y dominados todos los pasos.
Kreg
observaba de reojo como había aumentado la torpeza habitual de este asiduo
visitante y posado como de costumbre en la misma cumbre de siempre se limitó a mirar.
Cuando el
hombre extraño llegó a su meta volvió a sentarse a descansar.
-Ya estoy
aquí de nuevo Kreg-
El hombre
extraño miró en derredor contemplando nuevamente el paisaje como si lo inhalara
a través de sus ojos.
-¡Pero qué
casa más bonita tienes! No entiendo porque no se protege un lugar tan
genuinamente natural como este, el sitio lo merece con motivos más que de
sobra, no porque yo lo haya elegido como lugar de peregrinación sino porque
biológica y geológicamente hablando es un enclave singular riquísimo, pero
cuando hablo de protección lo digo en serio, evitar por todos los medios que el
paisaje sea agredido. No como pretenden los vecinos de Montoro, que ya han
decidido hincarle el diente al profundo cañón de Valloré, para sacarle partido
al turismo. Modificándolo, colocándole peldaños, vallas y pasarelas, solo
consiguen restarle naturalidad. Además no son necesarios, los accesos siempre
fueron transitados por los lugareños buscando aquellas cornisas más evidentes
para no tener que picar ni instalar elementos ajenos discordantes con el
paisaje. Así convierten un espacio natural en un parque temático accesible a
hordas de personas que, lejos de conocer los peligros que alberga se adentran
en un entorno frágil pero a la vez agreste y expuesto a los elementos. Vienen
llamados por la curiosidad que les insuflan a través de panfletos, oficinas de
turismo y páginas web, pero llegan realmente desinformados. No en vano las
pasarelas ya han sido dos veces arrasadas por tormentas y no será la última vez
que ocurra. Han malgastado el dinero público en agredir, destrozar y alterar lo
que dicen que pretenden proteger. Ese es el perfil del perfecto maltratador con
su lema "no dejaré nunca que nadie te haga daño". Han hecho caso omiso
a los carteles que rezan "No dejes tu huella donde los siglos se han
abstenido de hacerlo". Ahora ya está abierta la caja de pandora. Cualquier
destrozo adicional posterior solo será la continuación de la maquiavélica tarea
que han empezado. Quizá quieran convertir estos lugares apartados y solitarios
en un resort como Chamonix, lleno de cables, teleféricos, carreteras, túneles,
bares, tiendas y abarrotado de turistas que van a admirar el Mont Blanc. Con
dirigentes así lo tenemos jodido Kreg. Encima me critican por haber pasado por
esas horribles estructuras metálicas que llaman pasarelas después de decir que
a mí no me gustan. Que yo lo haga no quiere decir que no esté mal. Puedo haber
volado en avión, colocado tornillos y clavos en algunas paredes pero no puedo
argumentar que eso es inocuo para la naturaleza.
Mira Kreg no
muy lejos de aquí, en las masadas de arriba hay unos setares muy prolíficos,
hace unos años el dueño lo cercó, con una valla de más de tres metros de altura
circundando todos sus terrenos, para que no entrará ningún animal,
paradójicamente el mayor beneficiado he sido yo, puesto que ya nadie va a
recoger setas allí, excepto el dueño en contadas ocasiones y yo que conozco un
agujero por el que me cuelo. ¿Eso quiere decir que estoy a favor de la valla?
pues no, aunque me beneficie comprendo el flaco favor que le ha hecho al
ecosistema, instalando esa muralla metálica que no deja circular libremente a
la fauna, desequilibrado la balanza presa-depredador y con ella toda la cadena
trófica. Es una frontera infranqueable, ya sé que para vosotras las aves no,
pero incluso en un despiste, un día de niebla podéis chocar contra ella, eso no
estaba antes ahí, no por naturaleza.
A los
enamorados de los paisajes no nos gusta que los modifiquen, porque nos parecen
una obra de arte de la erosión y otras fuerzas de la naturaleza que los modelan
y los esculpen paso a paso, milenio a milenio, como un escultor sosegado y
divino. Puede que obviemos que pudieron ser catástrofes, terremotos u otros
cataclismos quienes ejercieron el mayor influjo, pero una cantera, una mina,
una carretera nos producen una profunda repulsa. Los enamorados de los animales
quieren veros en libertad, sin importarles mucho la batalla librada por la
supervivencia de cada individuo. Pero algo dentro de todos los que amamos la
naturaleza y rechazamos las agresiones nos dice que deseamos regresar a una
biosfera no modificada por el hombre. Es más intenso admirar el paisaje y la
vida que habita en ella que intentar vivir acomodado en un mundo irreal
modificado a tu antojo. La religión está hecha para retorcidos, me ha resultado
difícil empezar a ver con mis propios ojos otra realidad, porque aunque me
declaro ateo desde hace años, la tengo la metida en lo más profundo de mi
conciencia. Solo sirve para justificar todo tipo de maldades en pos del bien de
la comunidad lavándoles bien la conciencia. Si me preguntarán ahora por si he
cumplido mis sueños, les diría que yo recuerdo los sueños casi todas las
mañanas al despertar, a veces son cosas bonitas y también tengo pesadillas.
Siempre dije que la vida era como un helado, si la vives muy intensamente se te
acaba antes y aunque la vivas tranquilamente esta se te acaba derritiendo. Mi
condición de irreverente me ha llevado a ser siempre un disidente. Nuestros
líderes hicieron siempre su voluntad sin preguntarnos. Aquel que decía que
protegía la naturaleza se dedicaba a destrozarla y todos les hemos ayudado un
poco, contribuyendo de una manera u otra a contaminar este planeta, utilizando
los nuevos inventos de vida rápida y “cómoda” que se nos han ido ofreciendo,
siguiendo las modas más vanguardistas difundidas a base de una potente red
publicitaria hasta el punto de llegar a recalentar nuestra delgada atmósfera,
la que nos da de respirar a todos, a los que han contaminado y a los que no.
Lleváis millones de años volando con vuestros propios medios naturales,
aprovechado solo las corrientes de viento para ir de un lugar a otro limpiando
la tierra de cadáveres, ¿por qué tenéis que pagar los desastres producidos por
los hombres?, ¿no se entiende verdad? Pero es así de triste y además intuyo que
imparable. Desde vuestra posición apenas tenéis capacidad para evitarlo y
además uno no puede autoculparse de lo que hacen otros, aunque sea por omisión,
aquella frase de: “el mundo no sucumbirá en manos de los que lo destrozan sino
en las de aquellos que no hacen nada por evitarlo” es una falacia con intención
de restar responsabilidad a quien comete la malvada agresión. Así que, si es
verdad que el cambio climático va a traer huracanes, endemoniadas tormentas con
millones de rayos y centellas, terremotos y otros desastres naturales lo siento
por los que no lo habéis creado, pero por mí puede empezar cuando quiera.
Ni Greta
Thunberg viajando en un velero para llegar a cada cumbre climática como icono
juvenil de la revolución ecológica ni Kaarlo Pentti Linkola pescando en su
kayak para sobrevivir sin calefacción ni agua corriente les sirven de ejemplo a
una sociedad tan bien acomodada al capitalismo como la nuestra, a cuyos
individuos no les hacen el más mínimo efecto, en el intento de cambio de
costumbres, los actos ejemplarizantes de estos dos escandinavos, más bien los
miramos raro.
Sin embargo,
las personas por lo general tienen una obsesión continua y exacerbada por la
seguridad, o eso parecen dar a entender, todo el mundo se estremece de pánico
si anuncian una tempestad, una epidemia o si hay incendios: “no salgáis de casa
que es muy peligroso” nos dicen los que no han hecho nada por evitarlo y hasta
nos lo intentar prohibir, o castigar con amenazas a aquel que cometa
imprudencias.
Nunca me
planteé si me quedaba mucho tiempo de vida o no, creía que eso nunca lo podría
llegar a saber, por más que me acercara a los acantilados destrepara sin cuerda
algunos tramos o me atase a algunos matojos de dudosa consistencia, nunca tenía
la certeza de cuál iba a ser el fatídico momento de mi muerte. Eso hacía mucho
más interesantes los días puesto que le añadía un aliciente de emoción
explosiva que llenaba de alegría mi cerebro para volver a casa con una sonrisa
de oreja a oreja, lleno de excitación por haber superado otra aventura
peligrosa.
Es curioso,
lo que me hacía seguir adelante rescatándome de la siempre acechante depresión
y el probable intento de suicidio, era esa cercanía con el peligro que me podía
conectar directamente con la muerte y sin embargo me alejaba de alguna manera
de ella. Así he pasado años en equilibrio entre estos dos abismos, enganchado a
esa droga que te aporta ímpetu para seguir adelante y al mismo tiempo pone en
riesgo tu vida.
Sin embargo
siempre pensé en la forma de salir de aquí como algo muy accesible, de hecho mi
inquietud principal siempre era la de poder escapar de cualquier sitio, como
una claustrofobia a la vida. Lo primero que hacía al llegar a un lugar cerrado
era estudiar mentalmente las posibles salidas de emergencia. La vida para mí
era concebida como un pequeño local antiguo y andrajoso.
Por eso
tenía planificado desde muy joven la forma morir. Claro que como por aquel
entonces desconocía la fecha exacta de mi destino final nunca perdí demasiado
tiempo en asegurar ese trance y ya que legalmente no podía dejarlo por escrito
como mis últimas voluntades, decidí dejar pendiente ese trámite que por el
momento no me urgía demasiado ¿para qué perder tiempo en barnizar mi propio
ataúd?
Pero en este
país lejos del enterramiento clásico, la donación del cuerpo para la ciencia o
la incineración no hay ninguna otra forma posible legal de terminar con los
restos mortales de una persona. La primera siempre me pareció una guarrada
especulativa y acumulativa que en las ciudades plantea un serio problema de
espacio a la larga, no hay suelo para tantos antepasados, la segunda, la
entrega de un juguete a los estudiantes e investigadores en medicina para que
sigan avanzando en la tan ansiada utopía de la inmortalidad, que aunque no
logren deriva en un imparable aumento poblacional mundial y en un intenso
envejecimiento de la población y la última un gasto innecesario de energía que
lleva a los familiares, empujados por un exotismo incomprensible, a arrojar
cenizas por cualquier espacio natural convirtiendo el aire en un cementerio
continuo e interminable donde esnifarnos a sus muertos es una cuestión, además
de gratuita, involuntaria.
Yo tenía
claro desde joven que la naturaleza había dispuesto para los seres vivos un
mecanismo de reciclaje perfecto, la culminación de la cadena trófica. Los
hombres tendríamos que dejar de creer que somos la cúspide de una pirámide,
porque en realidad formamos parte de un círculo infinito donde todo es
renovable.
Hoy, Kreg,
no me queda más remedio que contarte paso a paso como deseo entrar en la
gloria. Es mi único legado, el de una vida que digamos ha sido más o menos
entretenida, pero que de un tiempo a esta parte se ha convertido, en un reto
difícil de llevar, dónde no cabe albergar una mejoría sustancial, básicamente
por dos motivos, uno de ellos es mi edad, porque ya no soy un chaval y mi
agilidad no podría recuperarse a los niveles de hace tres décadas y el otro la
enfermedad que me acecha. Mi último ingreso en el hospital fue caótico y parece
que se acerca otro. Desfallecimiento, dolores punzantes y continuos, vómitos,
desmayos... Mis hijos y mi hermana solo se preocupaban por quién debía quedarse
a pasar las noches conmigo, incluso llegaron a proponerme contratar a una
persona para que me cuidase, sin darse cuenta de que el que menos quería estar
allí era yo, no hay peor habitación de hotel que la de un hospital y aún así la
verdadera incomodidad la llevaba yo por dentro. No me iba a aliviar en nada
tener allí sentada a una persona aburrida y contra su voluntad si no fuera por
el escaso dinero negro que le iban a pagar. Lo de menos era permanecer solo o
acompañado para asimilar una carga que nunca te terminas de creer.
Dicen que la
actitud ante este tipo de enfermedad es crucial, como si fuese algo místico,
una enfermedad del espíritu o algo así. Quizá mi estado de ánimo es el
resultado de una larga cadena de decaimientos morales. Decía Celia Cruz en una
de sus más famosas canciones “que la vida es un carnaval” una fiesta, un
festival donde tenemos que aprovechar su breve duración para disfrutar al
máximo, vivir cantando.
Me he pegado
media vida escalando, un fin de semana tras otro respirando el aire puro de las
cumbres más escarpadas, sintiendo el vacío bajo mis pies, contemplando una y
otra vez las estampas más sublimes de los paisajes más maravillosos que hayan
podido admirar unos ojos ni en sus mejores fantasías oníricas, creo haber
cumplido con la máxima de la famosa cantante cubana, pero ahora tocan a rebato.
Estuve continuamente rozando aquello de lo que ahora no me puedo alejar.
Me
acostumbre a liberar endorfinas para sentirme mejor como la única forma de escaparme
de toda opresión y el estrés. Estando con Angeline también lo conseguía, pero
cuando ella se crispaba por cualquier nimiedad a mí me parecía que estaba
insinuando no querer estar tan compenetrada conmigo y yo me zafaba a buscarlo
de otro modo. Ella me reprochaba que yo solo deseaba irme a la montaña a
escalar con mis amigos, yo le decía que era para no pudrirme como una manzana
olvidada en el fondo de un frutero. Necesitaba de mi dosis semanal de
adrenalina, me había convertido en un completo y verdadero drogadicto.
Pero ahora
solo me queda esto necesito sentir algo muy fuerte, aumentar mucho el nivel,
una llama que me haga ver que puedo alcanzar el reto.
Quizá si
Alex no se me hubiera adelantado habría aprovechado para irme con él, pero esto
es algo muy íntimo, cuando escalas con alguien debes extremar las precauciones
para que nada te pueda pasar. En los manuales siempre están alertando, "si
no lo haces por ti, hazlo por los demás", evítales el sufrimiento. No
puedes ponerte en ese extremo cuando estás junto a otros, no solo por salvar al
compañero del shock y la angustia de ser el primer testigo, del estrés de
convertirse en el principal coordinador de una emergencia, localizar al
accidentado, desanclarse, buscar rápido cobertura en un terreno muy abrupto y
participar en la posterior y ardua tarea del rescate, sino también porque con
alguien al lado es mucho más difícil intentarlo, concentrarse para un trance
tan crucial, tan privado, una decisión que puede costar horas ejecutar, sería
imposible con alguien cerca que pueda impedírtelo o incluso conseguir salvarte
en el último momento. Esto necesita prepararse con todo tipo de garantías, sino
como le cuentas luego a la gente que te arrepentiste y que no lo volverás a
intentar, todo serían reproches. Además está prohibido por ley, te podrían
incluso encerrar. Por eso he elegido este lugar, un espolón inaccesible, pero
dónde nadie me tuviese que ayudar a llegar, lo suficientemente alejado del
coche para que nadie me pueda seguir o espiar, un lugar elevado y habitual
reposo de buitres, un espacio que aunque pueda ser vigilado por un agente
forestal nunca le diera tiempo a llegar.
Lo siento
Kreg puede que te dé un buen susto, pero cuando se te pase podréis daros un
buen festín tus amigos y tú. Tranquilo llevo más de dos semanas sin ingerir
medicamentos que contengan diclofenaco, me he tomado la molestia de leerme los
prospectos de mis pastillas, si en el pasado alguna vez lo tragué ya se habrá
eliminado por la orina.
En realidad
siempre he querido que fuera así, pero si alguna vez lo he insinuado, nadie me
ha tomado en serio, todos han sonreído como si acabase de soltar una ocurrente
y estrafalaria extravagancia llena de originalidad, y del notario mejor ni
hablar, nadie me hubiera llevado a los buitres aunque se termine aprobando la
eutanasia, cuyos detractores paradójicamente la rechazan por defender la vida y
la dignidad humana cuando han sido los principales favorables a no dejar entrar
migrantes, a dejarlos morir ahogados en el mediterráneo mientras tratan de
cruzar el estrecho y son también los más cercanos partidarios de los militares
golpistas que ejecutaron los fusilamientos masivos de miles de republicanos en
la Guerra Civil Española. También están en contra del derecho al aborto. No
quieren dejar que nadie libremente interrumpa parte de su propia vida, es como
si desearan que no muriéramos ninguno de sus contrarios ni tampoco nuestros
hijos para poder tener contra quién verter su odio y ansia de venganza si
volvieran a darse la condiciones que les permitieran hacerlo. A mí siempre me
fascinaron los mecanismos cerebrales para intentar justificar la incoherencia.
Por eso
terminé planeándolo así.
La muerte es
parte de la vida y tanto una como la otra son derechos naturales fundamentales
de cada individuo. Por mucho que pertenezcamos a una especie determinada, sea
muy social como la nuestra o no, el límite de la unidad biológica que nos hace
indivisibles es lo que realmente determina nuestra propiedad en todos los
aspectos. Nadie ajeno a nosotros debería tener derecho a determinar nuestro
destino.
Ni mis hijos
ni mi hermana entenderían que quiera morirme. Espero que después de esto sí. He
programado este testamento, que a ti te cuento de viva voz, en las redes
sociales para se publique con retraso y lo lean mañana al amanecer, justo antes
de que preparen el operativo de búsqueda, cuando todo esté acabado y
perfectamente recogido. Mi decisión exclusiva y legítima de no continuar, esté
bien, esté mal, sea un enfermo terminal o aunque estuviese en plena forma
física, es mía. Nadie tiene derecho a dictarle a otros cuándo deben morir o
cuánto tienen que vivir.
En este
puntal del Estrecho de la Herrería, donde tantas veces he subido a contemplar
Montoro de Mezquita bajo el sol poniente, en el rellano donde he establecido mi
balcón en equilibrio con grandes bloques sueltos entre rocas resquebrajadas he
decidido venir a morir, al otro lado sé que no hay nada. Este altar natural
paradisíaco me ha servido para comunicarme contigo, tú y tus compañeros me
elevaréis a los cielos, las criptas que bajo las losas se abren paso hacia las
profundidades servirán de refugio a mis raídos huesos, el pináculo que lo
jalona y que te sirve de Atalaya será mi lápida sin epitafio. Mi cuerpo y mi
alma se han impregnado con la paz que transmiten estas perspectivas únicas que
desde la cumbre se observan con el Guadalope serpenteando bajo los estrechos
hasta acariciar lánguidamente con su suave y persistente lengua la base de las
verticales paredes de los Órganos de Montoro. No hay mejor sudario.
Te parecerá
una escena escatológica, apocalíptica y destructiva Kreg, en otra época hubiese
dejado que hubiesen aprovechado mis órganos dados en donación, pero ahora están
podridos. Yo fui donante hasta que empezaron a cobrar los rescates en montaña,
nunca quise que me vinieran a salvar de ningún apuro, pero yo creía en una sanidad universal, pública y gratuita y como había gente con pocos recursos a
los que también les gustaba la montaña no deseaba que ningún organismo les
cobrase por el hecho de haber cometido un error. Todos cometemos estupideces
que pueden acarrear consecuencias graves, no hay que añadir un castigo
adicional a aquellos que tienen la desgracia de sufrir un accidente. Desde el
que come triglicéridos sin control hasta el que se lanza desde un acantilado
enfundado en un traje con alas.-
El hombre
extraño empezó a desenfundar el artefacto que había traído colgado a la
espalda:
-Hoy me
entrego a ti en cuerpo y alma, la verdad es que tengo miedo, ¿cómo no? Hubiera
intentado tirarme desde donde tú estás, pero no sé si hubiese sido capaz,
después de tantos años escalando sé que en la caída hubiera tenido tiempo para
pensar y eso acojona. Tiene que ser algo instantáneo y sin vuelta atrás, así
que he decidido desempolvar esta escopeta de caza que mi padre tuvo escondida
en un baúl hasta el día de su muerte. El día siguiente a su funeral la cogí
para que no entrara en el reparto de la herencia, mi hermana nunca supo de su
existencia-.
El hombre
extraño colocó la culata apoyada en una de las piedras del peirón que había
construido la tarde anterior, sacó una varilla larga terminada en una pequeña
horquilla, abrió su boca y abrazó el doble cañón con los labios, respiraba muy
fuerte y su cuerpo tiritaba temblando por completo, el sudor mojaba toda su
frente y escurría a chorros por su rostro soltando gotas que salpicaban los
tubos de acero en cada resoplido. Colocó la varilla sobre el gatillo y apretó
los ojos con fuerza.
Ante el
tremendo estruendo Kreg saltó sobresaltado, se estremeció y sus músculos le
hicieron adoptar una pose que parecía haber sido empujado por la onda expansiva
de la explosión. Al extender sus alas recuperó el equilibrio y al instante se
puso a planear alejándose a gran distancia sin echar la vista atrás.
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CARNIVAL 9
Kreg vio amanecer al día siguiente desde
la punta central de los Órganos de Montoro. A pesar de ser muy temprano ya se
veían brillar las irisadas plumas negriazuladas de algunos córvidos sobre la
cumbre del atalaya, símbolo y aviso de comida muerta abandonada en el monte. Al
momento se vieron volar varios buitres hacia allí. A Kreg le costó un poco
despegar, entreabrió sus alas y se lanzó al vacío para alcanzar la sustentación
necesaria con la velocidad respecto al aire, pero aunque el miedo del estruendo
de la tarde anterior le había desconcertado se encaminó hacia allí movido por
la curiosidad. Esta vez dio una vuelta más en círculo alrededor de su Atalaya
para comprobar que el hombre extraño seguía allí tirado, en el suelo, con la
cabeza destrozada y llena de sangre. Observó cómo se abalanzaban sobre él
decenas de compañeros en busca de su preciado trozo de comida. -¿A qué sabría
la carne humana?- se preguntó Kreg. Al principio le dio reparo picotear el
cuerpo del hombre que tantos días le había acompañado, pero comprendió que si
esperaba a decidirse, sus compatriotas iban a devorarlo por completo en
cuestión de minutos, así que si quería probarlo tenía que hacerlo ya. Se posó
sobre la gran losa de piedra y a saltos se introdujo entre la frenética
multitud.
No sabía si el comer carne humana
incrementaba la inteligencia, pero aquella mañana tras ingerir un pequeño trozo
de la primera persona que probaba en su vida, pasaron por su mente aquellas
veladas diarias donde el hombre extraño hablaba sin parar mientras él le
observaba con detenimiento.
Pero después de aquel carnaval carroñero
empezó una larga cuaresma para los buitres de Montoro.
El verano llegó a destiempo y con malos
augurios, el viejo camión de Sarga que traía los cadáveres se estrelló bajando
por el barranco de los Degollados, pinchó una rueda y se salió de la carretera,
terraplén abajo. Para colmo habían empezado los turnos de vacaciones en la
empresa y no había más vehículos, ni conductores disponibles para cubrir las
necesidades del Muladar de Montoro de Mezquita.
-Amigo amigo Nastasio
amigo amigo Braganza
tratante de machos viejos
carne para las picarazas-.
le había oído canturrear alguna vez al
hombre extraño.
Aquella semana fue infernal, el sofocante
calor veraniego había llegado antes que otros años, decenas de buitres se
marcharon aprovechando las corrientes ascendentes térmicas para alcanzar gran
altitud y poder planear hacia otras zonas lejanas en busca de algo de comida,
¿quién sabe? quizá al otro lado del gran río, hasta la sierra de Guara, los
Mallos de Riglos o el Pirineo, pero Kreg estaba acostumbrado a vivir allí.
Desde que nació, apenas se había separado de Montoro y de sus accidentadas
montañas, y solo esperaba, bajo la incesante insistencia tiránica del rugir de
sus tripas, ver aparecer un nuevo camión de cadáveres tras la curva de la
masada de las Monjas para volver a descargar en el muladar ricos manjares tal y
como lo habían venido haciendo regularmente hasta que llegó el calor.
Pero pasaban los días y aquello nunca ocurría. Solo veían bajar coches y
autobuses en dirección a las pasarelas de Valloré.
Así que una mañana, harto de esperar, decidió comprobar si los cientos de personas que se acercaban para contemplar
Montoro de Mezquita paseando por sus senderos traían algo de comida que
pudieran dejar abandonada en los peñascos. Se posó sobre la aguja de la cabra y
desde allí observó como un niño cogido de la mano de su padre perdía una galleta
que caía rodando por el sendero, pero rápidamente los gorriones se tiraron a
por ella. Kreg veía con desesperación desde el acantilado como los pajarillos
la iban desmigajando y la hacían desaparecer. La mañana fue desesperante,
llegaban coches y más coches cargados de individuos y hasta algún camión con
antenas en forma de paellera de los que salían personas con cámaras para grabar
los paisajes y los acontecimientos del día, incluso le apuntaban a Kreg
apostado en la piedra y a otros compañeros volando, pero ni un solo atisbo de
comida y fue entonces cuando al borde del desmayo se agarró a una roca
agrietada y perdiendo el equilibrio cayó hacia el abismo arrastrando con sus
garras una piedra suelta, por suerte reaccionó y abrió rápidamente sus alas
para volver a planear, pero el guijarro provocó un gran estrépito al
estrellarse al fondo del valle. Algunos de los viandantes se volvieron a mirar
hacia el lugar de donde provenía el estruendo del impacto, pero al poco
siguieron caminado hacia el mirador.
Kreg estaba exhausto, le temblaban las
alas así que tuvo que buscar rápidamente un posadero cercano al sendero por
donde pasaban los turistas. Recuperó el resuello y sufrió un espejismo, creyó
ver unas cabras muertas a lo lejos, afinó la mirada pero en realidad eran ramas
de un enebro seco, con tanta gente deambulando por allí a diario la fauna
terrestre se había mudado a otros valles y era muy difícil encontrar un animal
salvaje fallecido, a Kreg ya no le quedaban fuerzas para viajar lejos. Así que
tal y como estaba posado en la cresta decidió probar algo extraordinario
arrojar una roca sobre el Mirador de Montoro que a esa misma hora estaba
repleto de personas apoyadas en la débil valla de cuerdas y postes de madera
que más que de protección servían como elemento ornamental. Estaban de
postureo, haciéndose fotos con el pozo de Valloré y el conjunto geológico de la
rocha de la Galvica como telón de fondo. Kreg cogió la piedra más grande que
pudo albergar entre sus garras y a la desesperada se lanzó como un Kamikaze hacia
el mirador, no veía muy bien y el desfallecimiento cada vez era mayor, no sabía si
iba a poder llegar hasta allí o se desplomaría antes pegado a la piedra, pero
una ráfaga frontal de bochorno le elevó unos metros y justo cuando pasó por
encima del tumulto de personas curioseando por las alturas soltó la piedra de
sus garras golpeando fuertemente en la cabeza del turista más alto, que cayó
rodando acantilado abajo estrellándose contra una repisa situada a media pared.
Kreg se posó al otro lado del río aterrizando de malas maneras y a los pocos
minutos empezó a ver aparecer los primeros buitres dirigidos y dispuestos a
entrar en contacto con el cadáver. Mientras tanto los turistas huían
despavoridos y sin control, lejos de Mirador, solo los más valientes y curiosos
se quedaron para asomarse e intentar localizar visualmente a la víctima. Kreg
vio peligrar su comida, si se quedaba allí los demás buitres llegarían antes
que él, así que a duras penas volvió a levantar el vuelo para alcanzar la
cornisa donde se encontraba el hombre despeñado.
Cuando se posó ya había algunos compañeros
que habían empezado a desgarrar el cuerpo todavía caliente, pero justo entonces
empezaron a llover piedras desde arriba procedentes de los humanos que gritaban
desaforadamente contra aquel festín que empezaba a perpetrarse. Kreg se
abalanzó entre empujones hacia el cuerpo sin vida abatido por él mismo, pesaba
más el hambre que el bombardeo lapidario. Entre zarandeos y desgarros el cuerpo
volvió a caer unas decenas de metros más casi hasta el suelo y allí lejos de la
vista del mirador el esqueleto de la víctima quedó completamente rosigado
en menos de diez minutos.
A partir de aquel día, hombres vestidos de
verde y con botas altas vinieron dispersados. Unos llegaron con cuerdas para
rescatar el escuálido esqueleto, otros volvieron con armas como la que portaba
el hombre extraño el día de su muerte y abatieron a disparos a unos cuantos
compañeros que caían desde el cielo como sacos tirados desde un avión y a Kreg
le agujerearon las puntas de dos plumas. Decidió alejarse de la zona del
mirador y abandonar Montoro.
PD: Nunca sabremos si Kreg volverá a
cometer otro asesinato como aquél aún en el caso de que llegue a faltarle la
comida durante otra semana como aquella, ni si entendió alguna palabra de aquel
hombre extraño que le hablaba desde las rocas. Tampoco sabremos si el Señor Nastasio Braganza,
desaparecido en circunstancias extrañas entre unas agujas rocosas sobre el
estrecho de la Herrería y del que solo se pudieron localizar sus restos mortales en forma de un
esqueleto que tuvo que ser reconocido mediante pruebas de ADN por la policía
científica, pudo inculcarle algún conocimiento antimonárquico a esta gran ave. Pero impactar
contra la cabeza del mismísimo Jefe de Estado que había llegado en visita oficial a conocer el Maestrazgo es demasiada casualidad. Cuando Felipe VI murió
en Montoro de Mezquita, nadie quiso publicar que su cuerpo fue devorado por los
buitres ni que fue atacado por una piedra lanzada desde el cielo como un
castigo divino. Los medios de comunicación hablaron de un infarto cerebral
cuando visitaba el nuevo parque natural del Guadalope. Pero lo que nadie le
reconocerá nunca a Kreg es la principal y verdadera apertura del debate sobre
la continuidad de monarquía que se produjo a raíz de aquello, hasta los
numerosos partidarios de Froilán, que aparecieron de la noche a la mañana,
sacaban argumentos para defender la vuelta de la supremacía hereditaria del
varón sobre la mujer en el trono de España.
FIN
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