miércoles, 13 de mayo de 2020

LA ÚLTIMA NOCHE DEL "OTTLAMPA"


No había pasado demasiado tiempo desde la caída de las primeras nieves. A Pulk, el duende de las praderas altas, no le gustaba demasiado el frío, aunque lo soportaba bien, sobre todo cuando atravesaba la umbría del Valladar, pisando con sus tímidos y puntiagudos zuecos de piel, la crujiente hierba cubierta de escarcha. Las mañanas eran frías y Pulk maldecía el invierno cada vez que se disponía a salir de su guarida para ir a visitar a sus vecinos del Hontanar.
     Su casa era pequeña, y un trozo de madera, labrado de formas y motivos arbóreos a punta de punzón, era su portezuela, colocada entre dos grandes rocas orientadas hacia el Sur.
     Aquella mañana recogió bien su cuarto, ahueco el cómodo colchón de paja, barrió las cenizas del fogón y ordenó sus ropas y cacharros dentro de los estantes que, empotrados en la roca a modo de armarios, tenía. Se había vestido con una casaca verde, los pantalones de seda rojos, y su sombrero negro de cuero.

     Salió hacia el mediodía, pero antes de cerrar la portezuela, se acordó de los bizcochos de chocolate, que había preparado para los Moldi, los duendes del Hontanar. Frist y Brasl Moldi le habían invitado a pasar juntos la última noche del "Ottlampa", que en su idioma significa "la caida de las hojas", justo cuando la luna llena camina más alta por el cielo y sin embargo el día es muy corto. Además aquel año coincidía con el plenilunio y todos los duendes del monte asilvestrado se reunirían en el rincón del zorro, para contar historias y charlar al son del rebotar de las llamas en el calor de la hoguera.
     A Pulk le agradaban las Congregaciones de Luna Llena, pero lo que más le fascinaba era terminar la noche charlando horas y horas con Brasl, la hermana de Frist Moldi. Durante todo el camino fue pensando en la última velada y una sonrisa iluminó su rostro cuando recordó su eterna conversación con Brasl. Era tan simpática... Así que decidió detenerse en la encrucijada del roble a recogerle flores en la orilla del sendero.
     Llegó a media tarde, con el sol ya muy avanzado, los Moldi se alegraron mucho de verle y le recibieron con su simpático saludo, frotando sus puntiagudas orejitas. Recogieron sus cosas, mientras Pulk descansaba en el viejo sillón de nogal, y partieron hacia la congregación.
     Con las primeras estrellas sobre sus cabezas, llegaron al rincón del zorro, cuando ya se estaban encedendiendo las primeras fogatas. Todos les recibieron muy amablemente y Struidut, el miembro más antiguo del clan, dio comienzo al festejo.
     Contaron historias maravillosas hasta medianoche, la más fascinante la del milano de dos picos, que “Struck de Hades” narró apasionadamente ante el silencio y la admiración boquiabierta de todos y todas. Después bebieron el Mistla, licor de Té caliente que la anciana Fastli preparaba como nadie. Echaron más leña al fuego y los más hábiles y atrevidos comenzaron con sus trucos.
     Brasl y Pulk estaban emocionados, pero el calor del ambiente y el jolgorio de la fiesta los fue apartando poco a poco de la multitud, y sentados en un alto peñasco con la hoguera a sus espaldas y la impresionante luna al frente, vieron pasar una brillante estrella fugaz de color azul rosado, que se perdió segundos después hacia el horizonte oeste. Sobrecogidos por la ternura de la noche y el placer del momento, apretaron sus manos con fuerza y mirándose uno al otro fijamente, con los ojos brillantes, pensaron que algo bueno debía estarle ocurriendo al mundo entero, -"DEBE SER TIEMPO DE PAZ"- susurró Pulk.