No
había pasado demasiado tiempo desde la caída de las primeras nieves. A Pulk, el
duende de las praderas altas, no le gustaba demasiado el frío, aunque lo soportaba
bien, sobre todo cuando atravesaba la umbría del Valladar, pisando con sus
tímidos y puntiagudos zuecos de piel, la crujiente hierba cubierta de escarcha.
Las mañanas eran frías y Pulk maldecía el invierno cada vez que se disponía a
salir de su guarida para ir a visitar a sus vecinos del Hontanar.
Su casa era pequeña, y un trozo de madera,
labrado de formas y motivos arbóreos a punta de punzón, era su portezuela,
colocada entre dos grandes rocas orientadas hacia el Sur.
Aquella mañana recogió bien su cuarto,
ahueco el cómodo colchón de paja, barrió las cenizas del fogón y ordenó sus
ropas y cacharros dentro de los estantes que, empotrados en la roca a modo de
armarios, tenía. Se había vestido con una casaca verde, los pantalones de seda
rojos, y su sombrero negro de cuero.
A Pulk le agradaban las Congregaciones de
Luna Llena, pero lo que más le fascinaba era terminar la noche charlando horas
y horas con Brasl, la hermana de Frist Moldi. Durante todo el camino fue
pensando en la última velada y una sonrisa iluminó su rostro cuando recordó su
eterna conversación con Brasl. Era tan simpática... Así que decidió detenerse
en la encrucijada del roble a recogerle flores en la orilla del sendero.
Llegó a media tarde, con el sol ya muy
avanzado, los Moldi se alegraron mucho de verle y le recibieron con su
simpático saludo, frotando sus puntiagudas orejitas. Recogieron sus cosas,
mientras Pulk descansaba en el viejo sillón de nogal, y partieron hacia la
congregación.
Con las primeras estrellas sobre sus
cabezas, llegaron al rincón del zorro, cuando ya se estaban encedendiendo las
primeras fogatas. Todos les recibieron muy amablemente y Struidut, el miembro
más antiguo del clan, dio comienzo al festejo.
Contaron historias maravillosas hasta
medianoche, la más fascinante la del milano de dos picos, que “Struck de Hades”
narró apasionadamente ante el silencio y la admiración boquiabierta de todos y
todas. Después bebieron el Mistla, licor de Té caliente que la anciana Fastli
preparaba como nadie. Echaron más leña al fuego y los más hábiles y atrevidos
comenzaron con sus trucos.
Brasl y Pulk estaban emocionados, pero el
calor del ambiente y el jolgorio de la fiesta los fue apartando poco a poco de
la multitud, y sentados en un alto peñasco con la hoguera a sus espaldas y la
impresionante luna al frente, vieron pasar una brillante estrella fugaz de
color azul rosado, que se perdió segundos después hacia el horizonte oeste. Sobrecogidos
por la ternura de la noche y el placer del momento, apretaron sus manos con
fuerza y mirándose uno al otro fijamente, con los ojos brillantes, pensaron que
algo bueno debía estarle ocurriendo al mundo entero, -"DEBE SER TIEMPO DE
PAZ"- susurró Pulk.
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